- ¿Hay antecedentes artísticos en tu familia? ¿Tenías pensado ser actriz (o pintora o escultora) de niña o adolescente?
No.
Por lo menos que yo sepa no tengo antecedentes de artistas en la familia. ¡Mi
madre ha cantado toda la vida muy bien! Con mucho sentimiento, a lo mejor por
ahí... De niña me veía todos los Estudios 1 que ponían en la tele y me
identificaba con algún personaje... La verdad, no se de dónde me puede venir la
vocación.
- Me ha precido muy interesante ver por la red el recuerdo de tu paso por el colegio San Alfonso (1971-1976) de Madrid, en el que llegaste a montar la obra Jesucristo Superstar. ¿Marcó de alguna manera esa función en el devenir de tu vida?
En
aquellos años Jesucristo Superstar estaba de moda, tanto la película como el
musical que hizo Camilo Sexto. Mi hermana me llevó a verlo y me fascinó. Pedí
permiso en el colegio, de monjas, donde estudiaba y ante mi sorpresa me
aprobaron la idea. Otra cosa fue reclutar a las compañeras para montarlo. Como
curiosidad te cuento que no conseguí doce chicas para por lo menos los doce
apóstoles, solo fuimos ocho, pero el público fue muy agradecido con el
espectáculo y nos aplaudió a rabiar. Lo pasé de escándalo.
- Antes de debutar delante de las cámaras ya tenías experiencia teatral. Por ejemplo, en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con las obras Negro seco (1986) y Calderón (1988). ¿Qué recuerdas de tus inicios teatrales?
Me
presenté a las pruebas de Negro Seco
y me eligieron; después, como Guillermo Heras ya me conocía, me propuso
participar en Calderón. Aunque la
primera vez que cobré por trabajar fue haciendo el monólogo Antes del desayuno y todavía guardo un
billete de 100 pesetas de ese mi primer sueldo.
- Tu inicio profesional fue a lo grande (con un pequeño papel): vendedora de bombones en Átame (Pedro Almodóvar, 1990). ¿Cómo llegaste a este papel? ¿Qué recuerdas del rodaje?
Como
siempre me presenté al cásting y me dieron la dependienta de la bomboneria. Lo
de ese rodaje fue muy curioso. Yo por aquel entonces estaba haciendo cabaret en
el Scueto, un local emblemático que estaba en la calle Barco. Ese día por la
mañana tuve la sesión en Átame y por
la noche tenía función con el cabaret, recuerdo que cuando acabé la sesión en
la película me supo a poco, ¡yo quería más! Pero no tenía más, así que por la
noche me planté la pestaña postiza y me subí al escenario con tal mala suerte,
que me caí y me rompí una pierna. Total, que estuve escayolada casi un mes, ¡pero
la buena suerte fue que me llamaron de El Deseo diciéndome que la secuencia que
había rodado se había velado y que tenía otra sesión! Yo llevaba muleta, pero a
Almodóvar no le importó y volví a rodarla. Si te fijas bien en la película se
ve la muleta. Fui feliz.