No puedo decir que no haya tenido suerte en la vida, sino
que yo misma la he tirado por la ventana. Así empezaba
la biografía que la presentadora y actriz Sonia Martínez ofreció en la revista Pronto durante cinco números en la
primavera del año 1991, la cual fue reclamo de portada en sus tres primeros
capítulos.
Vimos en la entrada
anterior el primer capítulo, centrado en su vida amorosa. No sabemos a ciencia
cierta si esta autobiografía de la revista Pronto
es completamente verdadera o bien tiene partes de ficción, debidas a la propia
Sonia o bien a Maruya Navarro, la persona que se encargó de transcribirlas.
Dejamos al lector que tome la opción que crea conveniente. Todas las frases que
aparezcen en cursiva corresponden a fragmentos de dichos reportajes. El segundo
capítulo llevaba el título La muerte de mi madre fue el principio de mi
desgracia.
Este capítulo
recorrió sus orígenes, afirmando Sonia que desde
niña he sentido que mi familia no me amaba lo suficiente, o al menos, no tanto
como a mi hermana Irene, la niña modelo que hacía deporte y sacaba buenas notas
en el colegio. Se refiere Sonia Martínez, como vimos en una entrada
anterior, a su hermana Irene Martínez
Mecha, que fue gimnasta olímpica en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y
Los Angeles 1984.
Criticó en este
reportaje su educación familia, pues, según ella, su padre, que, quizá con
buena intención, aplicaba aquel refrán: “La letra con sangre entra”, así que me
llevé muchos cachetes y castigos con los que despertaba aún más mi rebeldía.
Explicó que su educación se
produjo en el colegio Patriaca Obispo Eijo y Garay, situado en la calle López de Hoyos del distrito de Chamartín
de Madrid, del que criticó que tenía las mismas normas que uno de monjas,
puesto que nos hacían rezar a todas horas.
De su madre comentó que falleció mietras ella rodaba la serie Segunda enseñanza, una época en la que
sus salidas nocturas fueron un hecho habitual: iba de fiesta en fiesta: la gente me reclamaba de todas partes. Llegaba
a casa y en el contestador había centenares de llamadas para invitarme a otras
tantas fiestas. La muerte de su madre, con 43 años a causa de un cáncer de
hígado, tuvo inmovilizada a su progenitora su último año de vida en una cama.
Murió en los brazos de la pobre Sonia, mientras esperaban la llegada de su
médico, pues se había quedado sin morfina para aliviar el dolor. Sonia comenta
que con la muerte de su madre, la vida
para mí se convirtió en un infierno. No
podía comer ni hablar con nadie, ni siquiera pensar.
Con la muerte de su madre
acabó el segundo episodio de la biografía de Sonia Martínez, cuyo siguiente
capítulo llevaba el título Si mi padre me hubiera ayudado habría dicho
‘no’ al primer pico.
El capítulo anterior se
cerró con el fallecimiento de su madre, tras el cual su padre reformó la casa
familiar, haciendo desaparecer el recuerdo de su progenitora. Su padre acabó
echándose novia a los pocos meses, después de la cual conoció a otra mujer, Rosa
con la que acabó compartiendo su vida. Comentaba entonces Sonia que se sentía culpable de la muerte de su madre,
pues su hermana siempre ha pensado que
fui yo quien la mató al darle las gotas de agua que, moribunda, me pedía. Ese
convencimiento de haber sido la responsable me perseguirá siempre.
Tras la muerte de su madre pasó cuatro meses en Estados Unidos,
viaje que se debió a alejarse del recuerdo de la muerte de su madre, pasando
estancias en ciudades como Nueva York, Los Angeles, San Diego y Palm Spring. A
su vuelta a España presentó el programa En
naturaleza, comentando que en esa época salía con el actor Daniel Dicenta (Herrera), hijo de los
actores Daniel Dicenta y Lola Herrera, con
el que iba a los sitios de moda a tomar copas, pero la cosa acabó muy pronto,
porque los dos éramos muy jóvenes y no queríamos más que divertirnos un poco,
sin pensar en nada profundo y consistente.
En sus años como
presentadora de televisión, explicó que Mientras
trabajaba en televisión, todo era divertimento. Tenía mis romances, más o menos
apasionados, pero mi corazón estaba en pañales, como yo. Recordó algunos de
sus novietes de entonces, como el
aristócrata Cayetano Martínez de Irujo:
le encontré a simple vista, muy guapo,
alto, encantador. Me hablaba de lo que a mí más me gustaba, el deporte. [...]
Lo único que me molestaba era que tratara de esconder nuestra relación. Gracias
a esta relación obtuvo un breve trabajo, dando clases en un gimnasio que él
montó. Su contacto apenas duró tres meses, que se rompió tras regresar ella de
Barcelona, donde había rodado la película Perras
callejeras.
Esa relación sí apareció en
los medios entonces, como otro tonteo que tuvo con otro aristócrata, Maxiliano Max
de Habsburgo, como aquí figura. Nos
habían atribuido un romance, pero no fue cierto. Lo encontraba en los sitios de
moda y charlábamos. [...] Como dije, no fue nada serio, pero sí una temporada
de amistad en la que me mostró su enorme encanto como persona y como hombre.
Otro nombre propio que
mencionó en este capítulo de su biografía fue el delincuente Juan José Moreno El Vaquilla. Nos hicimos muy buenos
amigos. Yo le comprendía perfectamente y él a mí. De hecho, y tras finalizar el
rodaje de la película [Perras callejeras], nos seguimos escribiendo durante una
buena temporada. [...] Para mí era tan solo un ser humano diferente, nada que
ver con los aristócratas con los que había tratado, nada que ver con nadie.
[...] Me decía que había encontrado en mí a su alma gemela. Me pidió
fotografías para ponerlas en su celda y se las envié, naturalmente.
Se reconoce a mediados de
los años 80 no dependiente de las drogas, pero sí que coqueteaba con la cocaína: Me
gustaba esto porque me despejaba física y psíquicamente, o al menos eso era lo
que yo creía. Cuando estaba muy cansada o había tomado algunas copas de más, me
“metía un tiro” por la nariz.
Reconoció otra relación
sentimental que le hizo sufrir, el motociclista Toni García Moreno, que era un
hombre generoso y cordial. Yo me enamoré perdidamente de él, pero al poco
tiempo me di cuenta de que él solo veía en mí lo que muchos otros, una
chiquilla muy famosa que salía en la tele.
El declive de Sonia
Martínez empezó por la publicación de sus fotos, en contra de su voluntad, desnuda en Interviú, mientras tomaba el sol en top less, que coincidió con su etapa mientras presentaba el
programa divulgativo En naturaleza: Yo defendí con uñas y dientes mi inocencia,
pero el despido era irremediable. Puse una denuncia contra Televisión Española
y contra el jefe de programación, que en aquel momento era Carlos Valverde.
Gané el juicio [...] me hicieron un nuevo contrato, esta vez de tres meses. Era
solo para que me callara, para quitárseme de encima, ya que me dieron tan sólo
unos minutos dentro del programa “La bola de cristal”.
Ese momento coincidió con
su dependencia de las drogas, tema del que trató en los siguientes capítulos de
su biografía y que veremos en la próxima entrada del blog.
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