jueves, 4 de julio de 2019

La vida de Sonia Martínez contada por ella misma. Cuarta parte.


No puedo decir que no haya tenido suerte en la vida, sino que yo misma la he tirado por la ventana. Así empezaba la biografía que la presentadora y actriz Sonia Martínez ofreció en la revista Pronto durante cinco números en la primavera del año 1991, la cual fue reclamo de portada en sus tres primeros capítulos.

Vimos en la entrada anterior el primer capítulo, centrado en su vida amorosa. No sabemos a ciencia cierta si esta autobiografía de la revista Pronto es completamente verdadera o bien tiene partes de ficción, debidas a la propia Sonia o bien a Maruya Navarro, la persona que se encargó de transcribirlas. Dejamos al lector que tome la opción que crea conveniente. Todas las frases que aparezcen en cursiva corresponden a fragmentos de dichos reportajes. El segundo capítulo llevaba el título La muerte de mi madre fue el principio de mi desgracia.






Este capítulo recorrió sus orígenes, afirmando Sonia que desde niña he sentido que mi familia no me amaba lo suficiente, o al menos, no tanto como a mi hermana Irene, la niña modelo que hacía deporte y sacaba buenas notas en el colegio. Se refiere Sonia Martínez, como vimos en una entrada anterior, a su hermana Irene Martínez Mecha, que fue gimnasta olímpica en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y Los Angeles 1984.


Criticó en este reportaje su educación familia, pues, según ella, su padre, que, quizá con buena intención, aplicaba aquel refrán: “La letra con sangre entra”, así que me llevé muchos cachetes y castigos con los que despertaba aún más mi rebeldía.

Explicó que su educación se produjo en el colegio Patriaca Obispo Eijo y Garay, situado en la calle López de Hoyos del distrito de Chamartín de  Madrid, del que criticó que tenía las mismas normas que uno de monjas, puesto que nos hacían rezar a todas horas.


De su madre comentó que falleció mietras ella rodaba la serie Segunda enseñanza, una época en la que sus salidas nocturas fueron un hecho habitual: iba de fiesta en fiesta: la gente me reclamaba de todas partes. Llegaba a casa y en el contestador había centenares de llamadas para invitarme a otras tantas fiestas. La muerte de su madre, con 43 años a causa de un cáncer de hígado, tuvo inmovilizada a su progenitora su último año de vida en una cama. Murió en los brazos de la pobre Sonia, mientras esperaban la llegada de su médico, pues se había quedado sin morfina para aliviar el dolor. Sonia comenta que con la muerte de su madre, la vida para mí se convirtió en un infierno. No podía comer ni hablar con nadie, ni siquiera pensar.

Con la muerte de su madre acabó el segundo episodio de la biografía de Sonia Martínez, cuyo siguiente capítulo llevaba el título Si mi padre me hubiera ayudado habría dicho ‘no’ al primer pico.






El capítulo anterior se cerró con el fallecimiento de su madre, tras el cual su padre reformó la casa familiar, haciendo desaparecer el recuerdo de su progenitora. Su padre acabó echándose novia a los pocos meses, después de la cual conoció a otra mujer, Rosa con la que acabó compartiendo su vida. Comentaba entonces Sonia que se sentía culpable de la muerte de su madre, pues su hermana siempre ha pensado que fui yo quien la mató al darle las gotas de agua que, moribunda, me pedía. Ese convencimiento de haber sido la responsable me perseguirá siempre.

Tras la muerte de su madre pasó cuatro meses en Estados Unidos, viaje que se debió a alejarse del recuerdo de la muerte de su madre, pasando estancias en ciudades como Nueva York, Los Angeles, San Diego y Palm Spring. A su vuelta a España presentó el programa En naturaleza, comentando que en esa época salía con el actor Daniel Dicenta (Herrera), hijo de los actores Daniel Dicenta y Lola Herrera, con el que iba a los sitios de moda a tomar copas, pero la cosa acabó muy pronto, porque los dos éramos muy jóvenes y no queríamos más que divertirnos un poco, sin pensar en nada profundo y consistente.



En sus años como presentadora de televisión, explicó que Mientras trabajaba en televisión, todo era divertimento. Tenía mis romances, más o menos apasionados, pero mi corazón estaba en pañales, como yo. Recordó algunos de sus novietes de entonces, como el aristócrata Cayetano Martínez de Irujo: le encontré a simple vista, muy guapo, alto, encantador. Me hablaba de lo que a mí más me gustaba, el deporte. [...] Lo único que me molestaba era que tratara de esconder nuestra relación. Gracias a esta relación obtuvo un breve trabajo, dando clases en un gimnasio que él montó. Su contacto apenas duró tres meses, que se rompió tras regresar ella de Barcelona, donde había rodado la película Perras callejeras.




Esa relación sí apareció en los medios entonces, como otro tonteo que tuvo con otro aristócrata, Maxiliano Max de Habsburgo, como aquí figura. Nos habían atribuido un romance, pero no fue cierto. Lo encontraba en los sitios de moda y charlábamos. [...] Como dije, no fue nada serio, pero sí una temporada de amistad en la que me mostró su enorme encanto como persona y como hombre.


Otro nombre propio que mencionó en este capítulo de su biografía fue el delincuente Juan José Moreno El Vaquilla. Nos hicimos muy buenos amigos. Yo le comprendía perfectamente y él a mí. De hecho, y tras finalizar el rodaje de la película [Perras callejeras], nos seguimos escribiendo durante una buena temporada. [...] Para mí era tan solo un ser humano diferente, nada que ver con los aristócratas con los que había tratado, nada que ver con nadie. [...] Me decía que había encontrado en mí a su alma gemela. Me pidió fotografías para ponerlas en su celda y se las envié, naturalmente.


Se reconoce a mediados de los años 80 no dependiente de las drogas, pero sí que coqueteaba con la cocaína: Me gustaba esto porque me despejaba física y psíquicamente, o al menos eso era lo que yo creía. Cuando estaba muy cansada o había tomado algunas copas de más, me “metía un tiro” por la nariz.

Reconoció otra relación sentimental que le hizo sufrir, el motociclista Toni García Moreno, que era un hombre generoso y cordial. Yo me enamoré perdidamente de él, pero al poco tiempo me di cuenta de que él solo veía en mí lo que muchos otros, una chiquilla muy famosa que salía en la tele.


El declive de Sonia Martínez empezó por la publicación de sus fotos, en contra de su voluntad, desnuda en Interviú, mientras tomaba el sol en top less, que coincidió con su etapa mientras presentaba el programa divulgativo En naturaleza: Yo defendí con uñas y dientes mi inocencia, pero el despido era irremediable. Puse una denuncia contra Televisión Española y contra el jefe de programación, que en aquel momento era Carlos Valverde. Gané el juicio [...] me hicieron un nuevo contrato, esta vez de tres meses. Era solo para que me callara, para quitárseme de encima, ya que me dieron tan sólo unos minutos dentro del programa “La bola de cristal”.

Ese momento coincidió con su dependencia de las drogas, tema del que trató en los siguientes capítulos de su biografía y que veremos en la próxima entrada del blog.


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